miércoles, 19 de octubre de 2016

Capítulo 4.



Blair
Sabía perfectamente que Jake la estaba siguiendo, se había chocado con una mujer y había montado tal escándalo que media calle se había girado para mirarles. Él pareció no darse cuenta, y eso reafirmaba la teoría de Blair de que era imbécil. 
Empezó a llover, miró hacia atrás de reojo después de un rato para ver si con ayuda de la lluvia Jake había dejado de seguirla, pero seguía ahí, de pie al otro lado de la calle, esperando a que ella cruzase o se dirigiese hacia algún sitio. Definitivamente era pésimo escondiéndose. 
También sabía que Jake se dirigía a la librería roja que se hallaba en la plaza de la ciudad. Nadie la conocía, porque desde fuera no parecía ser una librería, y la verdad es que tampoco llamaba mucho la atención, según Blair al menos, pero por algún motivo extraño del universo, Jake había dado con ese pequeño e increíble lugar. Y Blair lo sabía porque desde hacía unas semanas vivía allí.

Jake
Blair acababa de entrar en la librería. Se quedó quieto y se frotó los ojos, pensando que habría visto mal. ¿Cómo podía ser? ¿por qué precisamente ella había entrado ahí y no en ningún otro lugar? 
Después de un rato mirando la librería, esperando que Blair saliera, Jake se dio cuenta de que la chica no tardaría poco en salir, y la gente en la plaza ya empezaba a mirarle raro, así que optó por entrar y fingir un encuentro casual con su compañera de clase. Tal vez sería lo mejor.
Afortunadamente, Jake llevaba en su mochila el libro que le habían dejado los dueños de la tienda, y ya lo había leído, así que podía entrar con la excusa de que lo quería devolver, y de paso, coger su tabla de skate.
Mientras abría la puerta de entrada, se preguntó por qué narices ese día la librería estaba abierta y las dos semanas anteriores, cuando él acudió casi a diario, no. El sonido de la campanita al abrirse la puerta se le hizo a Jake muy familiar, pese a que era la segunda vez que estaba allí. Y, a pesar de que fuese solo la segunda vez en aquel lugar, algo en el ambiente se le hizo extraño.
-¿Hola?
Nadie respondió. Una polilla pasó volando por su lado.
-¿Hay alguien?  
Olfateó el aire.
-¿Huele a tarta?
Esa última pregunta la hizo en voz alta, aunque fuese dirigida a él mismo.
-Sí. Tarta de manzana y chocolate -respondió una voz alegre, de Eileen, que caminaba acelerada desde el fondo del pasillo- ¿Te apetece un trozo? ven, ven, estamos comiendo.
Jake alzó las manos, queriendo decir a Eileen, la dueña de la librería, que no era necesario, pero ella ya volvía a entrar hacia el oscuro pasillo.
-No habrás comido y tendrás hambre, muchacho, así que date prisa -decía la mujer mientras su silueta se perdía en la oscuridad.
Jane volvió a quedarse solo, buscó a alguien con la mirada, pero ahí no había nadie. No veía ni a Blair ni al hombre de la tienda. Sabía que un matrimonio de ancianos llevaba la librería, y que ella se llamaba Eileen, porque el hombre lo había mencionado, pero no sabía nada más sobre ninguno de los dos.
-¡Si están ocupados volveré en otro momento! -exclamó Jake en dirección al pasillo.
Y en respuesta oyó la voz de Eileen otra vez, invitándole a pasar.

Blair
No sabía si se alegraba o no de la compañía de Jake en la mesa. Parecía gratamente sorprendido de que ella estuviese allí, en la habitación/cocina, comiendo con John y Eileen, pero si la había seguido hasta allí, sabría que allí la iba a encontrar. Blair odiaba a la gente que mentía, pero mucho más aún a la que mentía mal.
Aunque John y Eileen se habían tragado entera su mentira.
-Qué casualidad -murmuró John, que iba ataviado en un traje azul marino como si de un evento importante se tratase- Sois compañeros de clase y nuestros dos únicos visitantes... y hemos coincidido los cuatro, hoy, aquí, disfrutando de esta comida...
La habitación era pequeña y acogedora, estaba al final del todo de la librería, justo antes de las habitaciones de John y Eileen, el baño y un pequeño patio interior.
Para Blair, aquella casa/librería, eran la casa y la librería más bonitas del mundo.
Eileen sonrió dulcemente y le puso otro trozo más de tarta en el plato a Jake.
-Pero no somos amigos -dijo Blair de pronto- La amistad y el ser compañeros de clase es algo completamente diferente.
La mujer miró a Blair de reojo y sonrió a Jake, que había recibido la frase de Blair como un golpe en todo su orgullo y se disponía a atacar.
-¿Y por qué has faltado estas dos últimas semanas a clase, si puede saberse, compañera? 
Blair sintió esa pregunta como una declaración de guerra. Miró a Jake a los ojos justo cuando se llevaba un trozo de tarta a la boca y sonreía triunfante.
A John y Eileen  se les notaba incómodos, por lo que ella tomó las riendas del asunto para liberarles de aquel mal trago y porque sabía que, en el fondo, si le contaba la verdad a Jake le haría sentir mal por haber preguntado.
Y la mejor manera de hacer sentir mal a alguien era usando la culpabilidad.
-Me he ido de casa, no tenía otro lugar al que ir y John y Eileen me han acogido. Y no he ido a clase porque seguramente mi padre habría ido a buscarme allí y me habría pegado una paliza delante de todo el mundo. 
John suspiró pesadamente, y Blair se dio cuenta de que se había pasado. A veces ella también era una imbécil.
-Perdona que te lo haya dicho así -murmuró, sin mirarle- pero es la verdad.
Un silencio incómodo invadió la habitación, solamente se oía a Eileen cortar trozos de tarta y meterlos en un tupperware con delicadeza mientras tarareaba una canción.
-De todas maneras, Jake... -empezó a decir la mujer- el padre de Blair ya no está en la ciudad, así que no debes preocuparte demasiado por ella, pero aún así te pido que la cuides. 
Blair puso los ojos en blanco y miró a Jake para comprobar con asombro cómo asentía con seguridad.
Y, por algún motivo, algo se encendió de rabia en su interior, y dijo:
-No necesito que me cui...
-Sé que eres un buen chico, Jake -la interrumpió Eileen, levantando la voz- ella también lo es, aunque intente aparentar que no. Es una muy buena chica.
Blair se ablandó un poco al oír esas palabras de Eileen, pero no dejó de fruncir el ceño. Conocía a Eileen y a su marido desde hacía años, desde que era pequeña y la librería estaba situada en otro punto de la ciudad y era mucho más grande y accesible, y desde siempre ellos habían cuidado de Blair con más mimo que sus propios padres, pero no solían decir cosas así para demostrar su cariño.
Aunque, la verdad era que con dejarla alojarse en su casa ya tenían suficiente mérito.

Jake
Se acordó de llamar a su abuela por teléfono después de la hora de comer para que no se preocupase en exceso, y pasó la tarde ayudando a Blair a pasar los apuntes de las semanas que había faltado, bajo la atenta supervisión de Eileen, que leía libros y tomaba sus apuntes también. 
Esa tarde le sirvió a Jake para darse cuenta de lo perdida que andaba Blair con prácticamente todas las asignaturas, y la poca clientela que tenía la librería: habían entrado dos personas en casi toda la tarde, y una de ellas porque se había confundido de lugar.
Aún así tanto John como Eileen atendían a todos como si hubiesen entrado en una casa más que en una tienda.


Al día siguiente, coincidió con Blair en clase de historia, y se sentó a su lado. Supuestamente los sitios ya estaban asignados desde el primer día de clase, pero a él le daba igual, ese día le apetecía sentarse al lado de Blair, que por algún motivo desde que había vuelto a clase el día anterior, se sentaba siempre en primera fila. Esa fue la única clase durante el día en la que coincidió con ella.
Jake ya no necesitaba ir a la librería a por su skate porque el día anterior ya se lo había llevado, pero seguiría yendo para poder ver allí a Blair. Le gustase a ella la idea o no, él sentía que tenía algo que ofrecerle. Toda la demás gente en aquella clase no reparaba en nada de lo que pasaba a su alrededor, no se daban cuenta de que había una chica rubia en la primera fila que siempre estaba sola y se pasaba los recreos en el baño, no notaban lo buena que era la profesora de psicología a pesar de las malas respuestas que se llevaba siempre, no veían que aquella clase estaba dividida en grupos y que no eran compañeros. Jake estaba acostumbrado a tener compañeros de clase, y esa situación se le hacía extraña. Por eso había decidido centrarse en Blair, porque ella iba por individual y sin hacer daño a nadie, y por algún motivo, se hacía respetar. Jake notaba que algunas chicas le tenían miedo, y, por cruel que sonase, eso hacía que no fuese tan invisible como la chica de la primera fila de quien todos pasaban.