miércoles, 19 de octubre de 2016

Capítulo 4.



Blair
Sabía perfectamente que Jake la estaba siguiendo, se había chocado con una mujer y había montado tal escándalo que media calle se había girado para mirarles. Él pareció no darse cuenta, y eso reafirmaba la teoría de Blair de que era imbécil. 
Empezó a llover, miró hacia atrás de reojo después de un rato para ver si con ayuda de la lluvia Jake había dejado de seguirla, pero seguía ahí, de pie al otro lado de la calle, esperando a que ella cruzase o se dirigiese hacia algún sitio. Definitivamente era pésimo escondiéndose. 
También sabía que Jake se dirigía a la librería roja que se hallaba en la plaza de la ciudad. Nadie la conocía, porque desde fuera no parecía ser una librería, y la verdad es que tampoco llamaba mucho la atención, según Blair al menos, pero por algún motivo extraño del universo, Jake había dado con ese pequeño e increíble lugar. Y Blair lo sabía porque desde hacía unas semanas vivía allí.

Jake
Blair acababa de entrar en la librería. Se quedó quieto y se frotó los ojos, pensando que habría visto mal. ¿Cómo podía ser? ¿por qué precisamente ella había entrado ahí y no en ningún otro lugar? 
Después de un rato mirando la librería, esperando que Blair saliera, Jake se dio cuenta de que la chica no tardaría poco en salir, y la gente en la plaza ya empezaba a mirarle raro, así que optó por entrar y fingir un encuentro casual con su compañera de clase. Tal vez sería lo mejor.
Afortunadamente, Jake llevaba en su mochila el libro que le habían dejado los dueños de la tienda, y ya lo había leído, así que podía entrar con la excusa de que lo quería devolver, y de paso, coger su tabla de skate.
Mientras abría la puerta de entrada, se preguntó por qué narices ese día la librería estaba abierta y las dos semanas anteriores, cuando él acudió casi a diario, no. El sonido de la campanita al abrirse la puerta se le hizo a Jake muy familiar, pese a que era la segunda vez que estaba allí. Y, a pesar de que fuese solo la segunda vez en aquel lugar, algo en el ambiente se le hizo extraño.
-¿Hola?
Nadie respondió. Una polilla pasó volando por su lado.
-¿Hay alguien?  
Olfateó el aire.
-¿Huele a tarta?
Esa última pregunta la hizo en voz alta, aunque fuese dirigida a él mismo.
-Sí. Tarta de manzana y chocolate -respondió una voz alegre, de Eileen, que caminaba acelerada desde el fondo del pasillo- ¿Te apetece un trozo? ven, ven, estamos comiendo.
Jake alzó las manos, queriendo decir a Eileen, la dueña de la librería, que no era necesario, pero ella ya volvía a entrar hacia el oscuro pasillo.
-No habrás comido y tendrás hambre, muchacho, así que date prisa -decía la mujer mientras su silueta se perdía en la oscuridad.
Jane volvió a quedarse solo, buscó a alguien con la mirada, pero ahí no había nadie. No veía ni a Blair ni al hombre de la tienda. Sabía que un matrimonio de ancianos llevaba la librería, y que ella se llamaba Eileen, porque el hombre lo había mencionado, pero no sabía nada más sobre ninguno de los dos.
-¡Si están ocupados volveré en otro momento! -exclamó Jake en dirección al pasillo.
Y en respuesta oyó la voz de Eileen otra vez, invitándole a pasar.

Blair
No sabía si se alegraba o no de la compañía de Jake en la mesa. Parecía gratamente sorprendido de que ella estuviese allí, en la habitación/cocina, comiendo con John y Eileen, pero si la había seguido hasta allí, sabría que allí la iba a encontrar. Blair odiaba a la gente que mentía, pero mucho más aún a la que mentía mal.
Aunque John y Eileen se habían tragado entera su mentira.
-Qué casualidad -murmuró John, que iba ataviado en un traje azul marino como si de un evento importante se tratase- Sois compañeros de clase y nuestros dos únicos visitantes... y hemos coincidido los cuatro, hoy, aquí, disfrutando de esta comida...
La habitación era pequeña y acogedora, estaba al final del todo de la librería, justo antes de las habitaciones de John y Eileen, el baño y un pequeño patio interior.
Para Blair, aquella casa/librería, eran la casa y la librería más bonitas del mundo.
Eileen sonrió dulcemente y le puso otro trozo más de tarta en el plato a Jake.
-Pero no somos amigos -dijo Blair de pronto- La amistad y el ser compañeros de clase es algo completamente diferente.
La mujer miró a Blair de reojo y sonrió a Jake, que había recibido la frase de Blair como un golpe en todo su orgullo y se disponía a atacar.
-¿Y por qué has faltado estas dos últimas semanas a clase, si puede saberse, compañera? 
Blair sintió esa pregunta como una declaración de guerra. Miró a Jake a los ojos justo cuando se llevaba un trozo de tarta a la boca y sonreía triunfante.
A John y Eileen  se les notaba incómodos, por lo que ella tomó las riendas del asunto para liberarles de aquel mal trago y porque sabía que, en el fondo, si le contaba la verdad a Jake le haría sentir mal por haber preguntado.
Y la mejor manera de hacer sentir mal a alguien era usando la culpabilidad.
-Me he ido de casa, no tenía otro lugar al que ir y John y Eileen me han acogido. Y no he ido a clase porque seguramente mi padre habría ido a buscarme allí y me habría pegado una paliza delante de todo el mundo. 
John suspiró pesadamente, y Blair se dio cuenta de que se había pasado. A veces ella también era una imbécil.
-Perdona que te lo haya dicho así -murmuró, sin mirarle- pero es la verdad.
Un silencio incómodo invadió la habitación, solamente se oía a Eileen cortar trozos de tarta y meterlos en un tupperware con delicadeza mientras tarareaba una canción.
-De todas maneras, Jake... -empezó a decir la mujer- el padre de Blair ya no está en la ciudad, así que no debes preocuparte demasiado por ella, pero aún así te pido que la cuides. 
Blair puso los ojos en blanco y miró a Jake para comprobar con asombro cómo asentía con seguridad.
Y, por algún motivo, algo se encendió de rabia en su interior, y dijo:
-No necesito que me cui...
-Sé que eres un buen chico, Jake -la interrumpió Eileen, levantando la voz- ella también lo es, aunque intente aparentar que no. Es una muy buena chica.
Blair se ablandó un poco al oír esas palabras de Eileen, pero no dejó de fruncir el ceño. Conocía a Eileen y a su marido desde hacía años, desde que era pequeña y la librería estaba situada en otro punto de la ciudad y era mucho más grande y accesible, y desde siempre ellos habían cuidado de Blair con más mimo que sus propios padres, pero no solían decir cosas así para demostrar su cariño.
Aunque, la verdad era que con dejarla alojarse en su casa ya tenían suficiente mérito.

Jake
Se acordó de llamar a su abuela por teléfono después de la hora de comer para que no se preocupase en exceso, y pasó la tarde ayudando a Blair a pasar los apuntes de las semanas que había faltado, bajo la atenta supervisión de Eileen, que leía libros y tomaba sus apuntes también. 
Esa tarde le sirvió a Jake para darse cuenta de lo perdida que andaba Blair con prácticamente todas las asignaturas, y la poca clientela que tenía la librería: habían entrado dos personas en casi toda la tarde, y una de ellas porque se había confundido de lugar.
Aún así tanto John como Eileen atendían a todos como si hubiesen entrado en una casa más que en una tienda.


Al día siguiente, coincidió con Blair en clase de historia, y se sentó a su lado. Supuestamente los sitios ya estaban asignados desde el primer día de clase, pero a él le daba igual, ese día le apetecía sentarse al lado de Blair, que por algún motivo desde que había vuelto a clase el día anterior, se sentaba siempre en primera fila. Esa fue la única clase durante el día en la que coincidió con ella.
Jake ya no necesitaba ir a la librería a por su skate porque el día anterior ya se lo había llevado, pero seguiría yendo para poder ver allí a Blair. Le gustase a ella la idea o no, él sentía que tenía algo que ofrecerle. Toda la demás gente en aquella clase no reparaba en nada de lo que pasaba a su alrededor, no se daban cuenta de que había una chica rubia en la primera fila que siempre estaba sola y se pasaba los recreos en el baño, no notaban lo buena que era la profesora de psicología a pesar de las malas respuestas que se llevaba siempre, no veían que aquella clase estaba dividida en grupos y que no eran compañeros. Jake estaba acostumbrado a tener compañeros de clase, y esa situación se le hacía extraña. Por eso había decidido centrarse en Blair, porque ella iba por individual y sin hacer daño a nadie, y por algún motivo, se hacía respetar. Jake notaba que algunas chicas le tenían miedo, y, por cruel que sonase, eso hacía que no fuese tan invisible como la chica de la primera fila de quien todos pasaban.


martes, 26 de julio de 2016

Capítulo 3.


Blair

Ese día Jake la acompañó a casa. Simplemente se había acercado a ella a la salida, y había empezado a andar a su lado.
Blair llevaba mucho tiempo sin tener una conversación de más de diez minutos con alguien que no fuese ella misma, y el momento se le hizo bastante incómodo, pero lo soportó solamente para poder ver el gesto de rabia con el que les miraban Anna y sus amigas cuando el autobús pasó de largo a su lado.
El chico llevaba unos pantalones vaqueros caídos, y una chaqueta con la que no paraba de jugar, subiendo y bajando la cremallera. 
-Para -murmuró Blair, entre dientes.- Me estás poniendo nerviosa, deja la chaqueta.
Jake sonrió y dejó que los brazos le colgasen a los lados. 
-Es que es incómodo para mi caminar sin hacer nada.
Blair frunció el ceño.
-¿Sin hacer nada? ¿No te parece suficiente caminar?
Jake sonrió.
No dijeron nada durante unos segundos. Y la verdad es que ella no estaba incómoda, le gustaba el silencio, el aire frío de esa tarde y también, en el fondo, le gustaba caminar.
Barajó la posibilidad de ponerse los cascos, pero seguramente habría sido una falta de respeto hacia el chico pelirrojo.
Tenía muchas pecas, y no habría sabido decir de qué colo eran sus ojos, pero algo entre verde y azul. Y el pelo rojo, oscuro. Y la piel tan pálida que se le marcaban las venas del cuello.
-Esta mañana he ido a una librería. -dijo de pronto el chico.
Blair apartó la mirada de él y suspiró. El chico no volvió a hablar, por lo que dedujo que era su turno.
-Qué interesante.
Jake se rió.
-Pensaba que eras más simpática. -comentó, entrecerrando los ojos- Lo parecías, al menos.
Ella se acomodó la bandolera al hombro y no cambió su expresión.
-Me han hablado de ti. Las chicas. -dijo él. Y ella intentó hacer como si no le importase.- Me han dicho que no debería hablar contigo y esas cosas.
-¿Y por qué me lo cuentas a mi? -le preguntó ella, aparentemente indiferente.
-Porque creo que nadie mejor que tú podría explicarme por qué dicen eso.
Anduvieron un momento más, en silencio. Blair no pensaba contestar y él no volvió a hablar. 
Le miró. Parecía estúpido. Seguramente podría confiar en él. Iba a hablarle.
Iba a hablarle, pensaba decírselo, y justo entonces sonó su móvil. Era su madre.
Blair miró la pantalla unos segundos y después lo cogió. No dijo nada y musitó un ''sí'' casi inaudible.
Y le dijo a Jake que se tenía que marchar en dirección contraria.


Jake

Entró en casa pensando en que la había cagado. ¿Y si esa llamada de teléfono la había fingido para irse de allí y no tener que hablar con él?
Igual esas chicas se metían con Blair y él le estaba preguntando por ellas así, descaradamente.
Lo único que sabía era que Blair no tenía pintas de ser lo que Anna le había dicho. Tampoco sabía qué quería decir exactamente eso. Y la verdad es que estaba obsesionado desde el principio en hacerse su amigo, primero porque eran vecinos, la había visto salir por las mañanas del edificio de enfrente y podrían verse y hablar fuera del instituto.
Y segundo, porque había notado que era la única persona medianamente accesible de todos sus compañeros, sin barajar la posibilidad de hablar con esas dos chicas que habían ido a hablarle el primer día, a la salida. Se había fijado en que siempre estaban en un grupo con mucha gente, montando alboroto en la parte de atrás de las clases.
Y a él siempre le había ido más la tranquilidad.




Habían pasado las semanas y Blair no había vuelto al instituto desde aquel día.
Al estar a principios de curso, todos pensaban que simplemente había abandonado los estudios, ya que nunca había rendido en el instituto, -aunque a otros les pasara lo mismo y siguiesen yendo... a hacer de todo menos estudiar-.
Aún así, pese a que sus compañeros habían estado esas semanas comentando y riéndose de Blair más que nunca, diciendo cosas que Jake simplemente no entendía, nadie reparó en ella cuando entró por la puerta ese jueves a primera hora.
Tenían clase de psicología, lo que significaba que debían sentarse juntos en una esquina al lado de la ventana, pero Blair se sentó en la primera fila, donde había solo una chica a la que nadie nunca hacía caso.
La chica le sonrió y apartó sus cosas para que Blair estuviese más cómoda. Ella ni siquiera la miró. 
Y la clase transcurrió normal, como si nada, nadie mencionó nada sobre la aparición de Blair, y cuando acabó la clase y él quiso acercarse a ella, Blair ya se había marchado.

Después de clases, y de haber buscado a Blair en la biblioteca y la cafetería, Jake reparó en que igual ella no quería que la encontrasen. Y seguramente tampoco quería que le preguntasen nada acerca de sus faltas, y mucho menos él, que la había cagado en su última conversación con ella... por lo que decidió dejarla en paz hasta que la viese más accesible, o, al menos, se la encontrase por casualidad.

Se dirigió a la librería donde había dejado su tabla de skate, a la cual había ido casi todos los días desde que la había visitado por primera vez, pero nunca se la encontraba abierta. Igual abrían solamente por las mañanas, pero de todas maneras no tenía nada que hacer, y así se daba un paseo.
Iba enfrascado en sus pensamientos cuando de pronto vio la oscura y llamativa silueta de Blair doblar la esquina, a dos metros de él, y dirigirse hacia el centro. Se escondió lo más rápido que pudo detrás de una cabina, chocándose con una mujer y sintiéndose estúpido. 
Esperó un momento más, ahí, detrás de la cabina amarillenta, y observó cómo ella se dirigía exactamente por el mismo camino que debía tomar Jake si quería ir a la librería. No quería seguirla, pero se lo estaba poniendo difícil...
¿Qué hacía Blair por ahí? Su casa estaba en dirección contraria, y ella siempre era la primera en salir del instituto y huir hacia su hogar. Nunca perdía el tiempo ni se quedaba hablando con nadie, siempre se marchaba corriendo. Y eso hizo que Jake pensase que tenía algo importante que hacer, y sin hacer caso a su sentido común, decidió seguirla.

lunes, 1 de junio de 2015

Capítulo 2.

 Jake
Habían pasado dos días, y ya era viernes. Tal vez debería estar contento, era fin de semana, su primer finde allí, en Draíochta. Desde que salió de Cambridge se había hecho una lista mental de las ''cosas buenas que conocería en Irlanda'' en su cabeza:
-Nueva ciudad
-Nuevos amigos 
-Pasar más tiempo con su abuela
-Primer fin de semana
-Segundo fin de semana
-Tercer fin de semana
Y así sucesivamente.
Jake era un amante de los fines de semana, por el tiempo libre y porque le encantaba divertirse. En su anterior ciudad, lo más normal era que desapareciese un viernes por la tarde y volviera a aparecer un domingo por la noche. Y la verdad es que nadie le echaba de menos, pero tal vez ahora, su abuela sí. Era una mujer que vivía sola. Una mujer buena. Y esas dos cosas nunca combinan bien.
Salió de su casa más pronto de lo habitual, quería tener tiempo para ir a alguna tienda y comprar un mapa. Eso le ayudaría mejor a explorar el pueblo y los alrededores sin moverse del sitio.
Fue al centro, o lo que fuera eso, y encontró todas las tiendas cerradas. Bueno, en parte era normal, eran las siete y veinte de la mañana.
Jake se sentó a esperar en el suelo frío del centro de la plaza más grande que encontró, y desde ahí, miró a su alrededor.
Todo era tan oscuro y lúgubre, todo tan viejo... siempre había pensado que las casas o construcciones antiguas tenían su encanto. Pero en esta ocasión no era así. Todo en Draíochta parecía gris y a punto de desplomarse, casi como hecho de cenizas.
Empezó a oír ruidos de lo que parecía ser una obra, así que pensó que tal vez algún trabajador podría ayudarle, cogió su mochila del suelo y caminó hasta la esquina desde donde procedía ese ruido. Pero al girarla no vio nada, salvo más casas grises y una pequeña tienda de no más de dos metros de ancho que estaba pintada de rojo. Rojo descolorido por los años, pero rojo.
Se acercó, y miró hacia dentro: era una librería, perfecto. 
Empujó la puerta, y esta se abrió, sonó una campanita y la puerta se cerró detrás de él. Un olor a libros y pergamino antiguo le invadió por completo. No era un fiel amante de la lectura, pero vaya que si le gustaba ese olor.
-Buenos días. -dijo una voz áspera de hombre.
Jake miró hacia todos los lados, pero no vio nada. Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo inmensamente grande que era esa tienda, casi tan estrecha como un pasillo... pero un pasillo infinito. Había libros por todos los sitios, en las estanterías, amontonados en mesas y sillas, y haciendo pilas desde el suelo hasta casi rozar el techo. Un perfecto orden en su desorden.
-Vaya... -musitó el chico.
Un señor alto y algo delgado, con gafas y vestido con camisa y pantalones, se situó a su lado.
-A todo el que se atreve a entrar le sorprende. -le dijo al chico.- Es una maravilla, ¿verdad? Aunque por fuera parezca tan poca cosa.
Jake meditó un momento esa frase y se la guardó para sí mismo.
-Venía a buscar un mapa. -respondió.- Del pueblo y de sus alrededores, a poder ser.
El hombre soltó una áspera carcajada y caminó hacia el mostrador, si es que se le podía llamar así, porque parecía la mesa de un lector compulsivo. 
-¿Eres nuevo aquí, eh? -comentó el hombre.- Ya veo... ¡Eileen! -exclamó.
Jake oyó pasos acelerados dirigiéndose hacia donde ellos estaban, e inmediatamente vio a una mujer bajita y rechoncha asomar la cabeza desde el piso de arriba. Y fue cuando se dio cuenta de que había segundo piso.
La mujer no habló, rebuscó entre los cajones y, muy sonriente, le tendió un mapa viejo y amarillento a Jake, quien inmediatamente reparó en que aquella señora debía haber estado escuchando detrás de alguna estantería, porque sin mediar palabra, había adivinado qué era lo que buscaba. Jake ojeó y asintió, confirmando con un gesto que aquello era lo que necesitaba.
-¿Cuánto es? -preguntó, alzando el mapa con la mano.
-No está a la venta. -respondió el señor, ojeando sus libros.- Así que puedes, simplemente, llevártelo y traerlo cuando dejes de necesitarlo.
Sonrió.



Blair.
Ese día la gente en el autobús estaba más callada y pacífica de lo normal. En un día común, habría sido imposible escuchar música, incluso llevando los cascos puestos, pero ese día estaba todo tan silencioso que Blair tuvo que dejar la música para ponerse a leer. Aquel silencio lo pedía.
Miró a su alrededor. El autobús iba bastante lleno, fuera estaba todo gris y el conductor silbaba. Detrás de ella estaban Anna y sus amigas, nunca se había llevado bien con ninguna de esas chicas, pero eso ya no le suponía un problema.
-No sube en autobús el chico ese, el nuevo. -oyó decir a una amiga de Anna.- ¿Creéis que vive muy cerca del instituto y por eso no lo usa?
Blair llevaba los cascos puestos aún, y simuló estar muy concentrada disfrutando de la música, aunque en realidad nadie la estuviese mirando.
-Es bastante guapo, ¿soy la única que lo piensa? -musitó Tara. Pero Blair la oyó perfectamente y ahogó una carcajada.- Pero no parece muy simpático, la verdad...
-Eso es por lo que le dijiste el otro día, imbécil. -respondió la voz enfadada de Anna. Y si Blair hubiese mirado atrás habría visto cómo se peinaba el rubio flequillo con las manos, nerviosa.- Que era raro pero podía venir con nosotros, ¿eres idiota? 
-Bueno, es que no sabía qué decirle... -se defendió la otra.- No podía ir y soltar que a las dos nos parecía guapísimo y que lo queríamos lejos de las garras de Blair.
Se oyeron murmullos y silencio. Más silencio que antes.
-Creo que no nos ha oído. -susurró la voz de Anna, que de pronto parecía temblar.
Blair sonrió por dentro.



Jake
Ese día tenía psicología a primera hora, y se había entretenido un poco en la librería, así que llegó algo tarde. Cruzó corriendo medio pueblo, lo más rápido que pudo, y cinco minutos después estaba entrando por la puerta del instituto con las mejillas encendidas.
El conserje le dejó pasar porque sabía que era nuevo. Pero normalmente le habría hecho esperar en la calle, y eso Jake lo sabía. Había podido verlo desde el primer día, y con una sonrisa le agradeció al hombre que le dejase pasar, aunque este le respondiera con un gruñido.
Y justamente cuando empezó a subir las escaleras, se acordó de su tabla de skate. 
Mierda. Se ha había dejado en la librería, cuando la había dejado con la mochila en el suelo para subir a una escalera y coger un par de libros que, había insistido el vendedor, debía llevarse, porque eran buenísimos. Jake había pensado que era una táctica de venta y que aquel hombre ni siquiera había leído los libros, pero cuando le regaló un ejemplar junto con el mapa, cambió de opinión. 
Quizá eran dos simples vendedores que no tenían mucha clientela e intentaban ser simpáticos. Y ahora tendría que volver a por su skate.
Suspiró y entró en el aula.
La profesora sonrió y le señaló que se sentase al lado de un chico alto y corpulento, con cara de pocos amigos. Se quedó plantado en mitad de la clase y todos le miraban, todos, menos una figura oscura con zapatillas rojo chillón que estaba en la última fila.
-¿Puedo sentarme con ella? -preguntó Jake, señalando a Blair.
Y para su sorpresa, la profesora sonrió plenamente, dio un aplauso y asintió, como si acabase de domesticar a un animal salvaje.
La clase murmuró y alguien hizo un comentario de mal gusto en voz alta, pero la profesora no dijo nada. Ni Blair, ni Jake. Y los demás rieron.
Pero eso a ambos les dio igual, los dos sonreían por dentro.
Aunque por diferentes motivos.







viernes, 20 de marzo de 2015

Capítulo 1.


Jake
En sus cascos sonaba Mobile, de Avril Lavigne, cuando él bajaba del autobús. 
Acababa de hacer un viaje de más de 6 horas, pero le daba lo mismo el cansancio, sentía euforia. Un lugar nuevo, gente nueva, un nuevo instituto, un sitio donde empezar de cero... y solamente tenía 17 años. Tal vez para cualquier otro adolescente habría sido una putada dejar tu vida y todo lo que tienes para marcharte a otro país, pero para Jake era como una fiesta sorpresa.
¡Podía devorar el mundo en ese preciso momento!
Bueno, después de ir a casa de su abuela. Y al instituto. Miró el calendario del móvil. Sí, era miércoles, las seis y media de la mañana, para ser exactos, y seguramente tenía que ir al instituto.
Cogió un taxi en la misma parada de autobuses y le dio al conductor la dirección de la casa de su abuela, y a medida que se iban alejando de la ciudad, Jake podía ver cómo cambiaban las viviendas de aquel lugar. Se quedaban atrás las casas grandes y acogedoras y les empezaban a recibir pequeños pisos grises y lúgubres. El asfalto gris, a juego con el cielo. Respiró hondo y no dejó que eso afectase a su humor.
-Ya estamos en Draíochta. -gruñó el conductor, aminorando la velocidad, aunque no hubiese nadie en la calle a quien atropellar.- ¿Qué, vienes de viaje de estudios?
Jake agradeció que el hombre le diese un poco de conversación, la verdad es que estaba bastante nervioso.
-No, vengo a vivir aquí. Con mi abuela. -respondió, mientras se quitaba los cascos de la cabeza y se los colgaba al cuello.- ¿Es usted de aquí? ¿Está bien el pueblo?
El conductor susurró algo por lo bajo, parecido a una risa burlona.
-Viví aquí, hijo. -respondió mientras aparcaba en una parada de autobús escolar- Y es un pueblo de mierda. Más vale que no te metas con nadie.
Jake abrió sus ojos verdes como platos, pero prefirió tomarse ese comentario con humor. Le pagó al taxista y bajó del coche casi al mismo tiempo en el que este partía. Solamente llevaba una mochila colgada a la espalda y un bolso de deporte en la mano derecha, y con eso y su cabello rojizo centelleando con los primeros rayos de sol, caminó hasta el portal del viejo piso donde vivía su abuela.
Eran ya las siete de la mañana.


Blair
Un grito ahogado de su padre al otro lado de la casa la despertó.
-¡Ailís! -gritaba- ¡Ailís, tráeme el maldito desayuno, tengo que irme!
Y su madre le respondía, como todas las mañanas:
-Búscate la vida, imbécil. ¡No estoy para servirte!
Blair suspiró y se tapó la cara con la almohada, pensando que ahogarse por accidente para que sus padres no pensasen que se había suicidado no era mala idea. Seguro que si se suicidaba le echaban la bronca. Iban al más allá, o a donde fuese, gritando e insultándose el uno al otro para luego echarle la bronca a ella por haberse suicidado.
Justo cuando se levantaba de la cama para apagar el despertador, la puerta de su mohosa habitación se abrió de par en par.
-Blair, levántate ya, joder. -exclamó su madre- Tienes que ir al instituto, ¿no querrás repetir el último año por segunda vez, no?
''Uy, si pudiese volver a repetir, fijo que me quedaba toda la vida metida ahí'', pensó la chica, pero no dijo nada. Esperó a que su madre acabase de gritar y cerró la puerta para tener un poco de intimidad.
Se metió a la ducha, se enfundó un jersey, una sudadera y una chaqueta para no morir de frío y se puso unos vaqueros, fue a la cocina a simular que desayunaba y salió a la calle justo cinco minutos después de que el autobús se hubiese marchado.
Pensó que seguramente, el hecho de haber perdido el autobús había sido lo mejor que le pasaría durante todo el día.



Jake
Su abuela había insistido en que se quedase a descansar en casa, y empezase el instituto al día siguiente, o a la semana siguiente, tal vez, pero él había preferido ir inmediatamente. Iba con la mochila preparada desde que salió de Canterbury. 
Salía de casa justamente a las 07:35 de la mañana, y como ya no le daba tiempo a coger el bus, sacó su tabla de skate de la mochila.
Al llegar se había fijado en que el instituto estaba abajo de su calle, no le costaría mucho trabajo llegar.


Blair
Caminaba con paso tranquilo por la inclinada calle Daniel O'Connell, que era en la que vivía, y desde la que, si tiraba todo recto, llegaba al instituto. Le quedaba a veinte minutos andando, y cuesta abajo. No podía entender cómo había paletos que viviendo aún más cerca que ella, se mataban por coger el autobús cada mañana.
No tenía ningún interés en llegar pronto al instituto. Con mucha suerte, llegaría antes de que el conserje le dijese que ya era demasiado tarde para dejarla entrar. Y la verdad es que le daba lo mismo, no había llegado ni un sólo día puntual desde que había empezado el instituto, y ese no era un asunto que a Blair Queen, el temor de las chicas pijas y estiradas del instituto O'Connell, le trajera de cabeza.
Se puso los cascos, encendió el MP3, y sonó la de Dance of death de Iron Maiden, y si había algo que a Blair le gustase hacer mientras escuchaba esa canción, era relajarse. Relajarse, caminar rápido y a zancadas, siguiendo el ritmo de la música. Así llegaba pronto a clase y se sentía motivada, y de paso asustaba a los vecinos que la miraban por la ventana como si fuese un bicho raro.
Bueno, pues esa mañana se iba a arrepentir de haberse excedido tanto con su espectáculo, porque cuando empezaba el estribillo de la canción y ella levantaba su pierna derecha hasta la altura del pecho, un buen porrazo la devolvió a la realidad.
Cayó de bruces contra el suelo, pero al bajar la mirada para ver con qué narices se había tropezado, vio que allí no había nada. Era como si, de pronto, se hubiese elevado el terreno y ella hubiese pisado algo inestable.
-¡Lo siento! -oyó tras ella- Lo siento mucho, de verdad, se me ha escapado.
Blair se giró y se sentó en el asfalto, que estaba frío como el hielo esa mañana. Un chico pelirrojo no muy alto, vestido con ropa ancha y que recogía un skate que segundos antes había intentado asesinarla, la miraba fijamente mientras le tendía una mano.
Y ella, sin dudarlo un solo segundo, la rechazó de un manotazo.
-Lo siento. -se volvió a disculpar Jake.- Se me ha ido solo, como la calle va cuesta abajo... Y además, tú ibas caminando muy raro, levantaste la pierna mucho, y se te coló, y bueno... te hizo caer...
-No necesito que me expliques nada. -le cortó Blair, tocándose la mejilla izquierda. Le dolía un montón.- Ya sé que me he caído, no te necesito para que me cuentes cómo ha sido.
Jake se quedó mirándola mientras se levantaba. Iba vestida completamente de negro, tenía la piel clara y pecas en la nariz. Y los ojos color avellana, como su pelo.
No era precisamente lo que se puede decir ''una chica guapa'', pero estaba seguro de que era algo parecido. Sino no se habría quedado mirándola con la boca abierta.
-¿Qué miras? -exclamó Blair, asustando al chico.
-Es que te has arañado la cara. -respondió él, tocándose su propia mejilla.
Blair suspiró. Ahora sus padres iban a pensar que se había metido en una pelea y le esperaba una buena cuando llegase a casa. Miró al chico pelirrojo y se planteó seriamente si debería darle una bofetada para vengarse, pero respiró hondo y le dedicó una última mirada asesina a Jake antes de continuar su camino.


Jake
Mientras Blair se alejaba, él pensaba en alguna manera de volver a pedirle perdón sin que sonase demasiado pesado, no podía dejar así las cosas con la primera persona del pueblo a la que conocía.  Justo entonces reparó en que ella llevaba una bandolera marrón colgando a un costado. 
Una bandolera
con
logos
de grupos
de música.
Pero no cualquier grupo de música, sino esos que te gustaría que pusieran de fondo en tu boda y en tu funeral.
Caminó detrás de ella hasta alcanzarla y se situó a su lado. Llevaba la tabla de skate agarrada con el brazo derecho, Blair iba a su izquierda.
-Green Day, ¿eh?
Blair le miró de reojo y continuó andando, mirando hacia adelante.
-Me encanta Green Day. Y Boston, y también los Who.
-A todo el mundo le gustan estos grupos. -le cortó ella.
Jake se dio cuenta de que realmente estaba molestando, pero miró hacia adelante y había una única calle recta hasta llegar al centro. Fuera donde fuese esa chica, aún les quedaba un rato caminando juntos, y mejor que hacerlo en silencio...
-¿Sabes? Soy nuevo aquí. -le comentó, con una sonrisa. Su compañera no se inmutó- He venido desde Inglaterra y estoy viviendo con mi abuela. Voy a ir al instituto O'connell.
Blair le miró y puso los ojos en blanco. 
Fantástico.




Blair
Las clases se basaron en mirar tristemente el reloj durante una hora.
Durante una hora en literatura, durante una hora en economía y durante una hora en inglés.
Blair había pensado que coincidiría en clase con el chico nuevo, pero al parecer le habían asignado el otro pasillo, porque ni siquiera le había visto por ahí en todo el día. Pero no la malinterpretéis, no era una antisocial por gusto. Simplemente odiaba llevarse bien con una persona nueva que solamente se acercaba a ella porque no conocía a nadie. Le había pasado ya muchas veces. Llegaba alguien nuevo e inmediatamente ella era un imán. Las primeras semanas estaban bien, incluso podían llegar a ser agradables, hasta que tu supuesto ''amigo'', o tal vez sea mejor referirse a él como compañero, a secas, era absorbido por la gente que ocupaba la primera mesa y cogía los mejores postres de la cafetería. Y luego tú seguías meciéndote en tu soledad lo que quedaba de año, hasta que al año siguiente volvía a pasar lo mismo.
Blair había dejado sus cosas sobre la mesa en clase de historia, cuando de pronto el chico con el pelo rojo entró por la puerta. Llevaba el puto skate en la mochila. No podía ser más imbécil, traer algo que costase más de diez euros al instituto O'Connell era como pedir a gritos que te dejasen desnudo y tirado en el suelo a la salida. Allí iba lo peor de lo peor.
La profesora, la señora Grace, con sus enormes dientes a juego con sus enormes gafas, se situó sonriente al lado del chico y le puso una mano sobre el hombro.
Supuestamente esperando a que la gente se sentase para decirles a todos que tenían un nuevo compañero, aunque a nadie le importase, pero nadie se sentaba. Blair era la única estúpida que estaba sentada. Y eso pasaba casi a diario, porque a los alumnos les daba igual lo que hicieran los profesores y a los profesores más les valía no molestar de manera excesiva a muchos de sus alumnos. 
Pasaron unos minutos y se hizo el silencio, y entonces la señora Grace empezó a hablar.
-Chicos, este va a ser vuestro nuevo compañero en mi clase. Se llama Jake Orwell y es inglés.
Risas.
Weaver, un tipo no muy alto, pero bastante corpulento, hizo un comentario ofensivo en voz alta, un comentario que todos rieron y sobre el cual, la profesora obviamente no dijo nada.
Grace mandó a Jake a sentarse, y, cómo no, este caminó directamente hacia Blair.
Ella habría maldecido por lo bajo que aquello pasara, pero no era de extrañar. El asiento de su lado era el único que estaba libre.
La clase transcurrió lentamente, tanto que fue desesperante, y cuando por fin sonó el timbre, Blair se levantó, recogió sus cosas y se marchó como una bala para coger el autobús. Nunca lo cogía, pero no quería tener un segundo paseo incómodo hasta casa.





Jake
Una chica alta y rubia, con el pelo corto, se acercó a él cuando la clase se estaba quedando vacía. Detrás de ella había otra chica, con el pelo muy rizado que masticaba chicle con la boca abierta.
-Yo soy Anna y esta es Tara. -dijo la rubia.
Jake asintió con la cabeza y sonrió. Serían buena gente que intentaba hacerle más fácil eso de ''ser el nuevo'', pensó.
Se equivocó.
-No deberías juntarte con Queen.
El chico frunció el ceño.
Anna se llevó las manos a las caderas y suspiró. La otra chica, que seguía detrás suyo se rió y dijo:
-Blair. La tía con la que te has sentado. -añadió.- Es una zorra.
-Bueno, sabemos que a los chicos os gustan las tías así, pero te aseguro que como ella no. -interrumpió Anna.
Jake sonrió y metió el único cuaderno que había traído en su mochila.
-Lo siento, pero no sé de qué me habláis.
Anna arrugó la nariz.
-¿De qué te ríes? No te lo estoy diciendo de broma. Te digo que es mala persona y no deberías ni mirarla siquiera. -comentó con tono autoritario. Se colocó justo en frente de su mesa y se ajustó la mochila que llevaba colgando a la espalda- Por algo está sola, ¿te das cuenta?
Jake se colgó la mochila a la espalda también.
-Puedes venirte con nosotros si quieres. -le dijo Tara.- Somos muchos, eres rarito pero con alguno encajarás.
Jake, por un momento, pensó que estaban tomándole el pelo y que en cuestión de segundos empezarían a reírse y le dirían que Blair era una chica normal y que ellas en realidad no eran estúpidas. Pero al darse cuenta de que no pasaba ni iba a pasar eso, se abrió camino entre las dos chicas mientras les decía:
-Lo siento, pero lo que me habéis contado me ha dicho mucho más sobre vosotras que sobre Blair.
Y salió del aula.

Fuera llovía.







lunes, 4 de agosto de 2014

Presentación.

¡Hola a todos!
A ver, primero quiero decir que éste no es el único blog en el que escribo, también existen Pide un deseo, (en donde escribo la historia de Lena, que podréis leer si dais click en el link anterior) y Ladrones de latidos, (que es el blog en donde escribo mis pensamientos y sentimientos o relatos cortos, no sigue ningún tipo de historia, y también podéis acceder dando click.)
Y, dicho esto, quiero que conozcáis la historia de Jake. Es un chico de Newcastle, Inglaterra, y a sus 17 años de edad tiene que mudarse a Draíochta a vivir con su abuela por problemas familiares, un pueblo casi desierto en Irlanda del Norte.
Jake es un chico extrovertido, natural, positivo y algo extravagante, y no encaja muy bien con los alumnos de O'Connors, su nuevo instituto. Pero siente interés desde el primer momento por Blair, una chica inquietante que se sienta siempre en la última fila y no habla con nadie. Nadie se acerca a ella, tal vez por su aspecto desaliñado y su actitud desinteresada, o porque parece el tipo de persona que gana siempre todas las peleas, pero Jake no duda ni un momento en acercarse a conocerla, por el simple hecho de que todos hablan de ella cuando ninguno de ellos le ha hablado jamás, y él es un chico al que le gusta romper las reglas.