lunes, 1 de junio de 2015

Capítulo 2.

 Jake
Habían pasado dos días, y ya era viernes. Tal vez debería estar contento, era fin de semana, su primer finde allí, en Draíochta. Desde que salió de Cambridge se había hecho una lista mental de las ''cosas buenas que conocería en Irlanda'' en su cabeza:
-Nueva ciudad
-Nuevos amigos 
-Pasar más tiempo con su abuela
-Primer fin de semana
-Segundo fin de semana
-Tercer fin de semana
Y así sucesivamente.
Jake era un amante de los fines de semana, por el tiempo libre y porque le encantaba divertirse. En su anterior ciudad, lo más normal era que desapareciese un viernes por la tarde y volviera a aparecer un domingo por la noche. Y la verdad es que nadie le echaba de menos, pero tal vez ahora, su abuela sí. Era una mujer que vivía sola. Una mujer buena. Y esas dos cosas nunca combinan bien.
Salió de su casa más pronto de lo habitual, quería tener tiempo para ir a alguna tienda y comprar un mapa. Eso le ayudaría mejor a explorar el pueblo y los alrededores sin moverse del sitio.
Fue al centro, o lo que fuera eso, y encontró todas las tiendas cerradas. Bueno, en parte era normal, eran las siete y veinte de la mañana.
Jake se sentó a esperar en el suelo frío del centro de la plaza más grande que encontró, y desde ahí, miró a su alrededor.
Todo era tan oscuro y lúgubre, todo tan viejo... siempre había pensado que las casas o construcciones antiguas tenían su encanto. Pero en esta ocasión no era así. Todo en Draíochta parecía gris y a punto de desplomarse, casi como hecho de cenizas.
Empezó a oír ruidos de lo que parecía ser una obra, así que pensó que tal vez algún trabajador podría ayudarle, cogió su mochila del suelo y caminó hasta la esquina desde donde procedía ese ruido. Pero al girarla no vio nada, salvo más casas grises y una pequeña tienda de no más de dos metros de ancho que estaba pintada de rojo. Rojo descolorido por los años, pero rojo.
Se acercó, y miró hacia dentro: era una librería, perfecto. 
Empujó la puerta, y esta se abrió, sonó una campanita y la puerta se cerró detrás de él. Un olor a libros y pergamino antiguo le invadió por completo. No era un fiel amante de la lectura, pero vaya que si le gustaba ese olor.
-Buenos días. -dijo una voz áspera de hombre.
Jake miró hacia todos los lados, pero no vio nada. Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo inmensamente grande que era esa tienda, casi tan estrecha como un pasillo... pero un pasillo infinito. Había libros por todos los sitios, en las estanterías, amontonados en mesas y sillas, y haciendo pilas desde el suelo hasta casi rozar el techo. Un perfecto orden en su desorden.
-Vaya... -musitó el chico.
Un señor alto y algo delgado, con gafas y vestido con camisa y pantalones, se situó a su lado.
-A todo el que se atreve a entrar le sorprende. -le dijo al chico.- Es una maravilla, ¿verdad? Aunque por fuera parezca tan poca cosa.
Jake meditó un momento esa frase y se la guardó para sí mismo.
-Venía a buscar un mapa. -respondió.- Del pueblo y de sus alrededores, a poder ser.
El hombre soltó una áspera carcajada y caminó hacia el mostrador, si es que se le podía llamar así, porque parecía la mesa de un lector compulsivo. 
-¿Eres nuevo aquí, eh? -comentó el hombre.- Ya veo... ¡Eileen! -exclamó.
Jake oyó pasos acelerados dirigiéndose hacia donde ellos estaban, e inmediatamente vio a una mujer bajita y rechoncha asomar la cabeza desde el piso de arriba. Y fue cuando se dio cuenta de que había segundo piso.
La mujer no habló, rebuscó entre los cajones y, muy sonriente, le tendió un mapa viejo y amarillento a Jake, quien inmediatamente reparó en que aquella señora debía haber estado escuchando detrás de alguna estantería, porque sin mediar palabra, había adivinado qué era lo que buscaba. Jake ojeó y asintió, confirmando con un gesto que aquello era lo que necesitaba.
-¿Cuánto es? -preguntó, alzando el mapa con la mano.
-No está a la venta. -respondió el señor, ojeando sus libros.- Así que puedes, simplemente, llevártelo y traerlo cuando dejes de necesitarlo.
Sonrió.



Blair.
Ese día la gente en el autobús estaba más callada y pacífica de lo normal. En un día común, habría sido imposible escuchar música, incluso llevando los cascos puestos, pero ese día estaba todo tan silencioso que Blair tuvo que dejar la música para ponerse a leer. Aquel silencio lo pedía.
Miró a su alrededor. El autobús iba bastante lleno, fuera estaba todo gris y el conductor silbaba. Detrás de ella estaban Anna y sus amigas, nunca se había llevado bien con ninguna de esas chicas, pero eso ya no le suponía un problema.
-No sube en autobús el chico ese, el nuevo. -oyó decir a una amiga de Anna.- ¿Creéis que vive muy cerca del instituto y por eso no lo usa?
Blair llevaba los cascos puestos aún, y simuló estar muy concentrada disfrutando de la música, aunque en realidad nadie la estuviese mirando.
-Es bastante guapo, ¿soy la única que lo piensa? -musitó Tara. Pero Blair la oyó perfectamente y ahogó una carcajada.- Pero no parece muy simpático, la verdad...
-Eso es por lo que le dijiste el otro día, imbécil. -respondió la voz enfadada de Anna. Y si Blair hubiese mirado atrás habría visto cómo se peinaba el rubio flequillo con las manos, nerviosa.- Que era raro pero podía venir con nosotros, ¿eres idiota? 
-Bueno, es que no sabía qué decirle... -se defendió la otra.- No podía ir y soltar que a las dos nos parecía guapísimo y que lo queríamos lejos de las garras de Blair.
Se oyeron murmullos y silencio. Más silencio que antes.
-Creo que no nos ha oído. -susurró la voz de Anna, que de pronto parecía temblar.
Blair sonrió por dentro.



Jake
Ese día tenía psicología a primera hora, y se había entretenido un poco en la librería, así que llegó algo tarde. Cruzó corriendo medio pueblo, lo más rápido que pudo, y cinco minutos después estaba entrando por la puerta del instituto con las mejillas encendidas.
El conserje le dejó pasar porque sabía que era nuevo. Pero normalmente le habría hecho esperar en la calle, y eso Jake lo sabía. Había podido verlo desde el primer día, y con una sonrisa le agradeció al hombre que le dejase pasar, aunque este le respondiera con un gruñido.
Y justamente cuando empezó a subir las escaleras, se acordó de su tabla de skate. 
Mierda. Se ha había dejado en la librería, cuando la había dejado con la mochila en el suelo para subir a una escalera y coger un par de libros que, había insistido el vendedor, debía llevarse, porque eran buenísimos. Jake había pensado que era una táctica de venta y que aquel hombre ni siquiera había leído los libros, pero cuando le regaló un ejemplar junto con el mapa, cambió de opinión. 
Quizá eran dos simples vendedores que no tenían mucha clientela e intentaban ser simpáticos. Y ahora tendría que volver a por su skate.
Suspiró y entró en el aula.
La profesora sonrió y le señaló que se sentase al lado de un chico alto y corpulento, con cara de pocos amigos. Se quedó plantado en mitad de la clase y todos le miraban, todos, menos una figura oscura con zapatillas rojo chillón que estaba en la última fila.
-¿Puedo sentarme con ella? -preguntó Jake, señalando a Blair.
Y para su sorpresa, la profesora sonrió plenamente, dio un aplauso y asintió, como si acabase de domesticar a un animal salvaje.
La clase murmuró y alguien hizo un comentario de mal gusto en voz alta, pero la profesora no dijo nada. Ni Blair, ni Jake. Y los demás rieron.
Pero eso a ambos les dio igual, los dos sonreían por dentro.
Aunque por diferentes motivos.







viernes, 20 de marzo de 2015

Capítulo 1.


Jake
En sus cascos sonaba Mobile, de Avril Lavigne, cuando él bajaba del autobús. 
Acababa de hacer un viaje de más de 6 horas, pero le daba lo mismo el cansancio, sentía euforia. Un lugar nuevo, gente nueva, un nuevo instituto, un sitio donde empezar de cero... y solamente tenía 17 años. Tal vez para cualquier otro adolescente habría sido una putada dejar tu vida y todo lo que tienes para marcharte a otro país, pero para Jake era como una fiesta sorpresa.
¡Podía devorar el mundo en ese preciso momento!
Bueno, después de ir a casa de su abuela. Y al instituto. Miró el calendario del móvil. Sí, era miércoles, las seis y media de la mañana, para ser exactos, y seguramente tenía que ir al instituto.
Cogió un taxi en la misma parada de autobuses y le dio al conductor la dirección de la casa de su abuela, y a medida que se iban alejando de la ciudad, Jake podía ver cómo cambiaban las viviendas de aquel lugar. Se quedaban atrás las casas grandes y acogedoras y les empezaban a recibir pequeños pisos grises y lúgubres. El asfalto gris, a juego con el cielo. Respiró hondo y no dejó que eso afectase a su humor.
-Ya estamos en Draíochta. -gruñó el conductor, aminorando la velocidad, aunque no hubiese nadie en la calle a quien atropellar.- ¿Qué, vienes de viaje de estudios?
Jake agradeció que el hombre le diese un poco de conversación, la verdad es que estaba bastante nervioso.
-No, vengo a vivir aquí. Con mi abuela. -respondió, mientras se quitaba los cascos de la cabeza y se los colgaba al cuello.- ¿Es usted de aquí? ¿Está bien el pueblo?
El conductor susurró algo por lo bajo, parecido a una risa burlona.
-Viví aquí, hijo. -respondió mientras aparcaba en una parada de autobús escolar- Y es un pueblo de mierda. Más vale que no te metas con nadie.
Jake abrió sus ojos verdes como platos, pero prefirió tomarse ese comentario con humor. Le pagó al taxista y bajó del coche casi al mismo tiempo en el que este partía. Solamente llevaba una mochila colgada a la espalda y un bolso de deporte en la mano derecha, y con eso y su cabello rojizo centelleando con los primeros rayos de sol, caminó hasta el portal del viejo piso donde vivía su abuela.
Eran ya las siete de la mañana.


Blair
Un grito ahogado de su padre al otro lado de la casa la despertó.
-¡Ailís! -gritaba- ¡Ailís, tráeme el maldito desayuno, tengo que irme!
Y su madre le respondía, como todas las mañanas:
-Búscate la vida, imbécil. ¡No estoy para servirte!
Blair suspiró y se tapó la cara con la almohada, pensando que ahogarse por accidente para que sus padres no pensasen que se había suicidado no era mala idea. Seguro que si se suicidaba le echaban la bronca. Iban al más allá, o a donde fuese, gritando e insultándose el uno al otro para luego echarle la bronca a ella por haberse suicidado.
Justo cuando se levantaba de la cama para apagar el despertador, la puerta de su mohosa habitación se abrió de par en par.
-Blair, levántate ya, joder. -exclamó su madre- Tienes que ir al instituto, ¿no querrás repetir el último año por segunda vez, no?
''Uy, si pudiese volver a repetir, fijo que me quedaba toda la vida metida ahí'', pensó la chica, pero no dijo nada. Esperó a que su madre acabase de gritar y cerró la puerta para tener un poco de intimidad.
Se metió a la ducha, se enfundó un jersey, una sudadera y una chaqueta para no morir de frío y se puso unos vaqueros, fue a la cocina a simular que desayunaba y salió a la calle justo cinco minutos después de que el autobús se hubiese marchado.
Pensó que seguramente, el hecho de haber perdido el autobús había sido lo mejor que le pasaría durante todo el día.



Jake
Su abuela había insistido en que se quedase a descansar en casa, y empezase el instituto al día siguiente, o a la semana siguiente, tal vez, pero él había preferido ir inmediatamente. Iba con la mochila preparada desde que salió de Canterbury. 
Salía de casa justamente a las 07:35 de la mañana, y como ya no le daba tiempo a coger el bus, sacó su tabla de skate de la mochila.
Al llegar se había fijado en que el instituto estaba abajo de su calle, no le costaría mucho trabajo llegar.


Blair
Caminaba con paso tranquilo por la inclinada calle Daniel O'Connell, que era en la que vivía, y desde la que, si tiraba todo recto, llegaba al instituto. Le quedaba a veinte minutos andando, y cuesta abajo. No podía entender cómo había paletos que viviendo aún más cerca que ella, se mataban por coger el autobús cada mañana.
No tenía ningún interés en llegar pronto al instituto. Con mucha suerte, llegaría antes de que el conserje le dijese que ya era demasiado tarde para dejarla entrar. Y la verdad es que le daba lo mismo, no había llegado ni un sólo día puntual desde que había empezado el instituto, y ese no era un asunto que a Blair Queen, el temor de las chicas pijas y estiradas del instituto O'Connell, le trajera de cabeza.
Se puso los cascos, encendió el MP3, y sonó la de Dance of death de Iron Maiden, y si había algo que a Blair le gustase hacer mientras escuchaba esa canción, era relajarse. Relajarse, caminar rápido y a zancadas, siguiendo el ritmo de la música. Así llegaba pronto a clase y se sentía motivada, y de paso asustaba a los vecinos que la miraban por la ventana como si fuese un bicho raro.
Bueno, pues esa mañana se iba a arrepentir de haberse excedido tanto con su espectáculo, porque cuando empezaba el estribillo de la canción y ella levantaba su pierna derecha hasta la altura del pecho, un buen porrazo la devolvió a la realidad.
Cayó de bruces contra el suelo, pero al bajar la mirada para ver con qué narices se había tropezado, vio que allí no había nada. Era como si, de pronto, se hubiese elevado el terreno y ella hubiese pisado algo inestable.
-¡Lo siento! -oyó tras ella- Lo siento mucho, de verdad, se me ha escapado.
Blair se giró y se sentó en el asfalto, que estaba frío como el hielo esa mañana. Un chico pelirrojo no muy alto, vestido con ropa ancha y que recogía un skate que segundos antes había intentado asesinarla, la miraba fijamente mientras le tendía una mano.
Y ella, sin dudarlo un solo segundo, la rechazó de un manotazo.
-Lo siento. -se volvió a disculpar Jake.- Se me ha ido solo, como la calle va cuesta abajo... Y además, tú ibas caminando muy raro, levantaste la pierna mucho, y se te coló, y bueno... te hizo caer...
-No necesito que me expliques nada. -le cortó Blair, tocándose la mejilla izquierda. Le dolía un montón.- Ya sé que me he caído, no te necesito para que me cuentes cómo ha sido.
Jake se quedó mirándola mientras se levantaba. Iba vestida completamente de negro, tenía la piel clara y pecas en la nariz. Y los ojos color avellana, como su pelo.
No era precisamente lo que se puede decir ''una chica guapa'', pero estaba seguro de que era algo parecido. Sino no se habría quedado mirándola con la boca abierta.
-¿Qué miras? -exclamó Blair, asustando al chico.
-Es que te has arañado la cara. -respondió él, tocándose su propia mejilla.
Blair suspiró. Ahora sus padres iban a pensar que se había metido en una pelea y le esperaba una buena cuando llegase a casa. Miró al chico pelirrojo y se planteó seriamente si debería darle una bofetada para vengarse, pero respiró hondo y le dedicó una última mirada asesina a Jake antes de continuar su camino.


Jake
Mientras Blair se alejaba, él pensaba en alguna manera de volver a pedirle perdón sin que sonase demasiado pesado, no podía dejar así las cosas con la primera persona del pueblo a la que conocía.  Justo entonces reparó en que ella llevaba una bandolera marrón colgando a un costado. 
Una bandolera
con
logos
de grupos
de música.
Pero no cualquier grupo de música, sino esos que te gustaría que pusieran de fondo en tu boda y en tu funeral.
Caminó detrás de ella hasta alcanzarla y se situó a su lado. Llevaba la tabla de skate agarrada con el brazo derecho, Blair iba a su izquierda.
-Green Day, ¿eh?
Blair le miró de reojo y continuó andando, mirando hacia adelante.
-Me encanta Green Day. Y Boston, y también los Who.
-A todo el mundo le gustan estos grupos. -le cortó ella.
Jake se dio cuenta de que realmente estaba molestando, pero miró hacia adelante y había una única calle recta hasta llegar al centro. Fuera donde fuese esa chica, aún les quedaba un rato caminando juntos, y mejor que hacerlo en silencio...
-¿Sabes? Soy nuevo aquí. -le comentó, con una sonrisa. Su compañera no se inmutó- He venido desde Inglaterra y estoy viviendo con mi abuela. Voy a ir al instituto O'connell.
Blair le miró y puso los ojos en blanco. 
Fantástico.




Blair
Las clases se basaron en mirar tristemente el reloj durante una hora.
Durante una hora en literatura, durante una hora en economía y durante una hora en inglés.
Blair había pensado que coincidiría en clase con el chico nuevo, pero al parecer le habían asignado el otro pasillo, porque ni siquiera le había visto por ahí en todo el día. Pero no la malinterpretéis, no era una antisocial por gusto. Simplemente odiaba llevarse bien con una persona nueva que solamente se acercaba a ella porque no conocía a nadie. Le había pasado ya muchas veces. Llegaba alguien nuevo e inmediatamente ella era un imán. Las primeras semanas estaban bien, incluso podían llegar a ser agradables, hasta que tu supuesto ''amigo'', o tal vez sea mejor referirse a él como compañero, a secas, era absorbido por la gente que ocupaba la primera mesa y cogía los mejores postres de la cafetería. Y luego tú seguías meciéndote en tu soledad lo que quedaba de año, hasta que al año siguiente volvía a pasar lo mismo.
Blair había dejado sus cosas sobre la mesa en clase de historia, cuando de pronto el chico con el pelo rojo entró por la puerta. Llevaba el puto skate en la mochila. No podía ser más imbécil, traer algo que costase más de diez euros al instituto O'Connell era como pedir a gritos que te dejasen desnudo y tirado en el suelo a la salida. Allí iba lo peor de lo peor.
La profesora, la señora Grace, con sus enormes dientes a juego con sus enormes gafas, se situó sonriente al lado del chico y le puso una mano sobre el hombro.
Supuestamente esperando a que la gente se sentase para decirles a todos que tenían un nuevo compañero, aunque a nadie le importase, pero nadie se sentaba. Blair era la única estúpida que estaba sentada. Y eso pasaba casi a diario, porque a los alumnos les daba igual lo que hicieran los profesores y a los profesores más les valía no molestar de manera excesiva a muchos de sus alumnos. 
Pasaron unos minutos y se hizo el silencio, y entonces la señora Grace empezó a hablar.
-Chicos, este va a ser vuestro nuevo compañero en mi clase. Se llama Jake Orwell y es inglés.
Risas.
Weaver, un tipo no muy alto, pero bastante corpulento, hizo un comentario ofensivo en voz alta, un comentario que todos rieron y sobre el cual, la profesora obviamente no dijo nada.
Grace mandó a Jake a sentarse, y, cómo no, este caminó directamente hacia Blair.
Ella habría maldecido por lo bajo que aquello pasara, pero no era de extrañar. El asiento de su lado era el único que estaba libre.
La clase transcurrió lentamente, tanto que fue desesperante, y cuando por fin sonó el timbre, Blair se levantó, recogió sus cosas y se marchó como una bala para coger el autobús. Nunca lo cogía, pero no quería tener un segundo paseo incómodo hasta casa.





Jake
Una chica alta y rubia, con el pelo corto, se acercó a él cuando la clase se estaba quedando vacía. Detrás de ella había otra chica, con el pelo muy rizado que masticaba chicle con la boca abierta.
-Yo soy Anna y esta es Tara. -dijo la rubia.
Jake asintió con la cabeza y sonrió. Serían buena gente que intentaba hacerle más fácil eso de ''ser el nuevo'', pensó.
Se equivocó.
-No deberías juntarte con Queen.
El chico frunció el ceño.
Anna se llevó las manos a las caderas y suspiró. La otra chica, que seguía detrás suyo se rió y dijo:
-Blair. La tía con la que te has sentado. -añadió.- Es una zorra.
-Bueno, sabemos que a los chicos os gustan las tías así, pero te aseguro que como ella no. -interrumpió Anna.
Jake sonrió y metió el único cuaderno que había traído en su mochila.
-Lo siento, pero no sé de qué me habláis.
Anna arrugó la nariz.
-¿De qué te ríes? No te lo estoy diciendo de broma. Te digo que es mala persona y no deberías ni mirarla siquiera. -comentó con tono autoritario. Se colocó justo en frente de su mesa y se ajustó la mochila que llevaba colgando a la espalda- Por algo está sola, ¿te das cuenta?
Jake se colgó la mochila a la espalda también.
-Puedes venirte con nosotros si quieres. -le dijo Tara.- Somos muchos, eres rarito pero con alguno encajarás.
Jake, por un momento, pensó que estaban tomándole el pelo y que en cuestión de segundos empezarían a reírse y le dirían que Blair era una chica normal y que ellas en realidad no eran estúpidas. Pero al darse cuenta de que no pasaba ni iba a pasar eso, se abrió camino entre las dos chicas mientras les decía:
-Lo siento, pero lo que me habéis contado me ha dicho mucho más sobre vosotras que sobre Blair.
Y salió del aula.

Fuera llovía.